Antecedentes historicos de las marcas de Diseño
Todo
lo que se registra legalmente en propiedad en el mundo de las marcas se
distingue por su signo genérico internacional: la letra R dentro de su
círculo.
Así nació la marca moderna: a partir del nombre registrado. Sobre esta
base se aseguraría su circulación de boca en boca y se despertaría la
confianza de los consumidores. El respaldo constante de la marca era la
garantía de responsabilidad del fabricante.
A
principios del siglo XVIII, en Estados Unidos, Inglaterra y Alemania
había aparecido ya la primera publicidad. Desde 1825, el encendedor de
seguridad Phénix se anunciaba en Francia por medio de carteles. En 1831
aparecieron publicitariamente las lámparas de gas de L'Étoile. El agua
de Botot se dio a conocer en 1840. La Revue Blanche se anunciaba, en
1894, en un célebre cartel de Pierre Bonnard y, en 1897, el papel Job en
un cartel de otro artista: Alphonse Mucha. El famoso cartel de Anís del
Mono, de Ramón Casas, es de 1898, época en que apenas había nacido el
anuncio redaccional.
«El primer anuncio de
publicidad es de Nabisco -afirma José Luis Moreno-: mientras el tendero
duerme, las ratas se introducen en los sacos de galleta a granel, algo
que no podría suceder con un producto empaquetado. Los consumidores
empezaron a pedir esa marca porque les ofrecía seguridad. Y se redujo el
poder del intermediario que, sin embargo, volvería a arrebatárselo años
más tarde al fabricante: es el nuevo poder de la distribución.»
No
sabemos si éste fue realmente el primer anuncio publicitario, porque el
autor del comentario no facilita la fecha, pero lo que sí es posible es
que éste fuera, si no el primer anuncio, sí el más agresivo. De todos
modos, la tónica general de la época era la publicidad, que se inauguró
con el cartel. Los anuncios redaccionales o argumentativos no llegarían
hasta principios del siglo xx.
«En octubre de
1895 la revista Printers'Ink publicaba las siguientes palabras
precursoras: "Probablemente, cuando haya mejorado nuestra cultura, el
escritor de anuncios estudiará psicología. Por extraño que en este
momento pueda parecer a muchos, el escritor de anuncios y el psicólogo
tendrán un gran objetivo común".»
La marca
tenía entonces el sentido de una firma o sello de fabricante asociado al
producto, más que la intencionalidad de vender la marca. De hecho, el
desarrollo y la potencia de la marca no llegarían hasta el momento en
que fue posible su promoción. Primero vino el impreso -cartel, anuncio,
folleto, prensa, etc.-. Luego, el correo fue un buen modo de difusión
del anuncio publicitario (a principios del siglo xx se llamaba
«publicidad por correspondencia»). La publicidad se extendió en el
exterior con los cartelones y en las ciudades con los anuncios luminosos
y el neón. Después vino la radio, el cine ... y el marketing, la
aportación más importante del siglo xx a la historia del comercio.
Las
marcas se animaron entonces con una vida nueva, pues la publicidad
aumentó bruscamente la notoriedad de los productos mediante su difusión y
repetición y, con ella, aumentó también el valor mercantil. La
promoción de las marcas -no la de los productos, que era algo diferente-
se inició entre 1880 y 1900. Era la época en que William Hesketh Lever.
el genio comercial que fundó Lever. desarrolló, contrariamente a la
tradición, una intensa campaña para su primera marca Sunlight. Este
jabón se vendía normalmente a granel, en barras grisáceas de calidad
desigual, y Lever se propuso convertirlas en un jabón de calidad
diferenciada y constante. El nombre Sunlight lo eligió entre una lista
de nombres posibles que le ofreció un agente de patentes de Liverpool, y
mandó registrarlo inmediatamente. Sabía que era un nombre perfecto
(breve, evocador, recordativo) y sabía lo que iba a hacer con él.
Lo
que hizo fue dar nombre propio y distintivo a un producto que hasta
entonces había sido anónimo y prácticamente igual a los demás jabones
del mercado. Uno de los competidores de Lever, Christopher Thornas.
estaba convencido de que aquel proyecto era imposible, y lo expresaba
así: «La diferencia de calidad entre los distintos jabones en barra es
escasa o incluso nula; todas son el mismo jabón. Por tanto, es imposible
intentar crear una demanda por medio de la publicidad».
Pero
Lever envolvió su jabón en una imitación de pergamino, lo envasó en una
caja y lo promocionó con toda energía. Nombre, embalaje y publicidad
hicieron el milagro. En algunos años, la marca Sunlight se había
difundido por toda Inglaterra y sus ventas pasaron de 3.000 toneladas en
1886 a 60.000 toneladas en 1910. En 1894 se sumó a este éxito
espectacular la segunda gran marca de Lever: Lifebuoy. Después le
siguieron nuevas marcas como Monkey Brand, Vim y Plantol. En 1899, Lever
lanzó las escamas Lux (nombre que también surgió de la mente creativa
del agente de patentes de Liverpool).
A
principios del siglo xx -explica W. Ollins-, Lever ya se había
establecido en Gran Bretaña, en el imperio británico, en Europa y hasta
en Estados Unidos como vendedor decidido Y eficaz de productos del hogar
por medio de un sistema de marcas.
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